Director: Denzel Washington
Guionista: August Wilson, basada en la obra homónima Fences por August Wilson
Reparto:Denzel Washington, Viola Davis, Jovan Adepo, Stephen Henderson, Russell Hornsby, Mykelti Williamson, Saniyya Sidney.
Fences es la tercera película que Denzel Washington dirige. Cuenta una historia familiar, dramática, ambientada en el Pittsburgh de los años 50, con una clara denuncia al racismo imperante en la sociedad de la época, que debemos tener en cuenta aún a día de hoy.
Aparte de dirigir, Washington (Día de entrenamiento, Tiempos de gloria) protagoniza junto con Viola Davis (Criadas y señoras, Cómo defender a un asesino) esta cinta, en la que encarnan a un matrimonio pobre, Troy y Rose, que sobrevive cada semana con el sueldo de 74$ que él gana trabajando en la recogida de basura. Las dificultades económicas han favorecido su estancamiento vital y su existencia ha sido igual durante los dieciocho años que llevan casados. Estos aspectos son recurrentes en la película y son repetidos por Troy varias veces; son datos que refuerzan la apariencia de vida insignificante, no dejándola en una mera impresión subjetiva del protagonista.
El drama familiar viene dado por la figura de Troy Maxson, padre y hombre de un carácter e ideas muy asentadas, que antepone su criterio al de los demás, siempre con la idea de hacer lo correcto. Con un pasado oscuro, una estancia en la cárcel, un problema de alcoholismo y la imposibilidad de ver realizada su carrera como jugador de béisbol, ejerce de figura de poder dentro de la familia. El sonido de sus pasos llenaba la casa y no dejaba sitio para nadie más. Su esposa y su hijo viven bajo su mandato, ella porque decidió entregarse hace mucho tiempo en cuerpo y alma, y Cory, el hijo de ambos, condicionado por no tener otra fuente de sustento.
Vemos a Washington bordando el papel de un hombre que puede resultar odioso, cruel, y de una justicia del antiguo testamento. Con Viola Davis actuando sin un protagonismo tan claro en la pantalla (que no en la historia) parece clara merecedora del Óscar de la Academia, nos va envolviendo en la tristeza de una mujer que se ha atrapado a sí misma con el hombre que creyó que cubriría todas sus grietas, y la frustración del declive de su vida y el abandono de sus propios sueños. No es una actuación tan narcisista como la de Washington que se dirige a sí mismo dándose demasiada relevancia, con escenas larguísimas que hacen echar de menos un flashback al ser siempre para contar historias de la vida de Troy. No deja de impactar la fuerza de algunos monólogos en los que muestra su fuerza y convicción personales.

La cinta está basada en la obra de teatro escrita por August Wilson, ganador en dos ocasiones del Pulizter (uno por la misma Fences en 1985), cuyo guion tiene como único autor acreditado a Wilson, fallecido en 2005. Esto se ve reflejado en la película, que tiene un carácter absolutamente teatral, con el patio trasero de la casa, donde se construirá la valla, símbolo que da nombre a la obra, como escenario principal. Desaprovecha la posibilidad que brinda la gran pantalla de hacer algo más de ella, puede resultar incluso pesada, teniendo en cuenta su metraje de dos horas y veinte de duración pero qué duda cabe que la fascinación que producen las actuaciones de Davis y Washington, haciendo un trabajo homérico que ya se había visto recompensado en 2010 en su versión teatral con un premio Tony a cada uno, hace que no puedas apartar los ojos.
Sin efectos especiales, giros efectistas de guion, sentimentalismos baratos ni clichés típicos del cine afroamericano es una cinta que, a pesar de no aprovechar todas sus posibilidades cinematográficas, es merecedora de atención en todo su tiempo.
